Two thousand or more years ago, expulsion from the community was the most serious consequence of leprosy. This affliction—not the same as what is now known as Hansen’s disease— was seen as a punishment from God, a clear and visible sign of impurity. Impurity was thought to be contagious. Like someone quarantined with Covid-19, the person with leprosy had to dwell apart and avoid contact with anyone else. The leper who comes to Jesus shows a lot of courage just by approaching him, but he had heard of Jesus’ healings, so he felt he needed to. But what Jesus does for him begins even before he heals him. He reaches out and touches him, making himself impure in their eyes. In order to heal him, Jesus effectively becomes a leper himself. Later, on the cross, Jesus became a leper for us all. We all have afflictions that separate us from purity, from God, from our neighbor. Not only can God heal us of those impurities, God’s Son embraces us in our impurity, stretching out his hands to us to free us from whatever keeps us apart.
Paul call us to be imitators of him, as he is of Christ. How can your imitate Christ in reaching out to someone whom society regards as impure?
Hace dos mil años o más, la expulsión de la comunidad era la consecuencia más grave de la lepra. Esta aflicción—distinta de lo que ahora se conoce como enfermedad de Hansen—era vista como un castigo de Dios, una señal clara y visible de impureza. Se pensaba que la impureza era contagiosa. Como alguien en cuarentena con Covid-19, la persona con lepra tenía que vivir separada y evitar el contacto con cualquier otra persona. El leproso que viene a Jesús muestra mucho coraje con solo acercarse a él, pero había oído hablar de las curaciones de Jesús, así que sintió que necesitaba hacerlo. Pero lo que Jesús hace por él comienza incluso antes de curarlo. Él extiende la mano y lo toca, volviéndose impuro a sus ojos. Para curarlo, Jesús efectivamente se convierte él mismo en leproso. Más tarde, en la cruz, Jesús se hizo leproso por todos nosotros. Todos tenemos aflicciones que nos separan de la pureza, de Dios, del prójimo. Dios no solo puede sanarnos de esas impurezas, sino que el Hijo de Dios nos abraza en nuestra impureza y nos extiende sus manos para liberarnos de todo lo que nos mantiene separados.
Pablo nos llama a ser imitadores de él, como él lo es de Cristo. ¿Cómo puedes imitar a Cristo al acercarte a alguien a quien la sociedad considera impuro?
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