At Mass, the reader proclaims the readings that precede the Gospel. A person does not need to be an ordained deacon or priest to serve as reader at Mass. The reader sometimes joins the entrance procession. If there is no deacon, the reader carries the Book of Gospels.

Readers exercise their ministry at the ambo. After the opening prayer, a reader moves to the ambo for the first reading. If there is no cantor, the reader may recite or sing the psalm. This responsorial comes from the Scriptures and may be considered a reading like the others. If there is a second reading, another reader may proclaim it. After the homily, if there is no deacon, the reader may announce the intercessions. The entire ministry of the reader takes place during the Liturgy of the Word.

A good reader prepares for this ministry. Readers study the assigned Scripture in anticipation of the Mass. They strive to understand its meaning and the reason it was chosen for this celebration. They pray over the words and let themselves be formed by what they read. A good reader becomes familiar with the whole Bible. The Scriptures become a part of the reader’s daily and weekly prayer.

The ministry of a reader is most effective when the reader has a devout spirit and the skills of interpretation and proclamation. This ministry takes on deeper significance when readers live their lives in conformity with the word they proclaim. The proclamation of the reading will become a more living interaction if the members of the assembly do not read the text along with but pay full attention to the reader as a person.

Lectores

En la Misa, el lector proclama las lecturas que preceden al evangelio. Una persona no necesita ser un diácono o sacerdote ordenado para servir como lector en la Misa. El lector a veces se une a la procesión de entrada. Si no hay diácono, el lector lleva el Libro de los Evangelios.

Los lectores ejercen su ministerio en el ambón. Después de la oración de apertura, el lector se acerca al ambón para la primera lectura. Si no hay cantor, el lector puede recitar o cantar el salmo. Esta responsabilidad proviene de las Escrituras y puede considerarse una lectura como las demás. Si hay una segunda lectura, otro lector puede proclamarla. Después de la homilía, si no hay diácono, el lector puede anunciar las intercesiones. Todo el ministerio del lector toma lugar durante la Liturgia de la Palabra.

Un buen lector se prepara para este ministerio. Los lectores estudian las Escrituras asignadas antes de la Misa. Se esfuerzan por comprender su significado y la razón por la que se eligió para esta celebración. Rezan por las palabras y se dejan formar por lo que leen. Un buen lector se familiariza con toda la Biblia. Las Escrituras se convierten en parte de la oración diaria y semanal del lector.

El ministerio de un lector es más efectivo cuando tiene un espíritu devoto y las habilidades de interpretación y proclamación. Este ministerio adquiere un significado más profundo cuando los lectores viven sus vidas en conformidad con la palabra que proclaman. La proclamación de la lectura se convertirá en una interacción más viva si los miembros de la asamblea no leen el texto y prestan toda su atención al lector como persona.