Again and again, Jesus tries to change his followers’ perspective. He refuses to be trapped by the rules and traditions of the me, even when their origins are in Mosaic law. Today he is asked about marriage and divorce. At the time, only the husband could initiate a divorce. Jesus responds by focusing on the holiness of the marriage covenant. God has blessed the union of the pair in marriage. Their marriage is made holy by God’s presence. When two people give themselves to each other in marriage, they become a new creation, “one flesh”, as we hear twice today (Genesis 2:24; Mark 10:8). Regrettably, unforeseen impediments or irreconcilable differences can lead to the breaking of that covenant, but if divorce is used as an easy way out, the gift of marriage is trivialized. Ideally, a couple works to strengthen and nurture the bond between them, much as we strive to strengthen and nurture the bond between Christ and us, the Church. Often that means putting our faith in the Lord, as the children who come to him do, for Jesus’ embrace, after all, is the embrace of the kingdom of God.
What do you do to strengthen and nurture the bond between you and your spouse or the bond between Christ and you as the Church?
Una y otra vez, Jesús intenta cambiar la perspectiva de sus seguidores. Se niega a dejarse atrapar por las reglas y tradiciones de la época, incluso cuando sus orígenes están en la ley mosaica. Hoy se le pregunta sobre el matrimonio y el divorcio. En ese momento, solo el esposo podía iniciar un divorcio. Jesús responde centrándose en la santidad del pacto matrimonial. Dios ha bendecido la unión de la pareja en matrimonio. Su matrimonio se santifica por la presencia de Dios. Cuando dos personas se entregan el uno al otro en matrimonio, se convierten en una nueva creación, “una sola carne”, como escuchamos dos veces hoy (Génesis 2:24; Marcos 10:8). Lamentablemente, impedimentos imprevistos o diferencias irreconciliables pueden llevar a la ruptura de ese pacto, pero si el divorcio se usa como una salida fácil, el don del matrimonio se trivializa. Idealmente, una pareja trabaja para fortalecer y nutrir el vínculo entre ellos, de la misma manera que nos esforzamos por fortalecer y nutrir el vínculo entre Cristo y nosotros, la Iglesia. A menudo eso significa poner nuestra fe en el Señor, como lo hacen los niños que se acercan a Él, porque el abrazo de Jesús, después de todo, es el abrazo del reino de Dios.
¿Qué haces para fortalecer y nutrir el vínculo entre tu y tu cónyuge o el vínculo entre tu y Cristo como Iglesia?
The second half of today’s Gospel is a tough one. Jesus says sin is so horrible that you should cut off the body part that leads you to sin. Nothing about forgiveness; the only option is to end up maimed. But the first half strikes a completely different note. If we do good things in Jesus’ name, the Lord will welcome us. Even if all we do is pour a cup of water for someone, we will be eternally rewarded. Perhaps Jesus is warning his disciples about judging the motivations of others while dismissing one’s own tendency to sin. Joshua judged the motivations of two men who dared to prophesy even though they seemingly hadn’t received the spirit. But Moses supports the two, even saying, “Would that Lord might bestow his spirit on them all!” (Numbers 11:29). The more people who are moved by the spirit to speak and act in God’s name, the better. As it happens, the Lord bestows the holy Spirit on Christians of all denominations in bap sm. With that cup of water poured over us, we are all welcomed into eternal life with the Lord.
How can you be less judgmental of others while being more honest with yourself?
La segunda mitad del Evangelio de hoy es dificil. Jesús dice que el pecado es tan horrible que hay que cortar la parte del cuerpo que nos lleva a pecar. No dice nada sobre el perdón; la única opción es acabar mutilado. Pero la primera mitad tiene un tono completamente diferente. Si hacemos cosas buenas en nombre de Jesús, el Señor nos recibirá. Incluso si todo lo que hacemos es servirle un vaso de agua a alguien, seremos recompensados eternamente. Tal vez Jesús está advir endo a sus discípulos acerca de juzgar las motivaciones de los demás y desestimar la propia tendencia a pecar. Josué juzgó las motivaciones de dos hombres que se atrevieron a profetizar aunque aparentemente no habían recibido el espíritu. Pero Moisés apoya a los dos, llegando a decir: “¡Ojalá que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos!” (Números 11:29). Cuantas más personas sean movidas por el espíritu para hablar y actuar en nombre de Dios, mejor. Resulta que el Señor otorga el Espíritu Santo a los cristianos de todas las denominaciones en el bautismo. Con ese vaso de agua derramado sobre nosotros, todos somos bienvenidos a la vida eterna con el Señor.
¿Cómo puedes ser menos crí co con los demás y al mismo tiempo ser más honesto con go mismo?
“ Where do the wars and where do the conflicts among you come from?” James asks in the second reading (James 4:1). From jealousy, selfishness, and greed for what we don’t have, he concludes. We see these human passions playing out in today’s other readings. In Wisdom, the wicked ones torture the just one, for he stands in the way of their lawlessness. In the Gospel, while Jesus teaches his disciples that he is to suffer and die, they argue about which of them is the greatest. In both cases, people are thinking of themselves first. Others are only obstacles. We can let ourselves be swayed by the same passions; but instead, to use James’ words, we should be “peaceable, gentle, compliant, full of mercy” (James 3:17). The qualities lead us to be other-centered, not self-centered. These are qualities we admire and nurture in children, children like the ones Jesus embraces as an example of being the “last of all” (Mark 9:35). These are the qualities that we need to strive to exercise ourselves.
How do you tamp down jealousy and envy? How can you be more peaceable and merciful?
“¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes?”, pregunta San ago en la segunda lectura (Santiago 4:1). De los celos, el egoísmo y la codicia por lo que no tenemos, concluye. Vemos estas pasiones humanas en las otras lecturas de hoy. En la Sabiduría, los malvados torturan al justo, porque se interpone en el camino de su maldad. En el Evangelio, mientras Jesús enseña a sus discípulos que él debe sufrir y morir, ellos discuten sobre quién de ellos es el más grande. En ambos casos, las personas piensan primero en sí mismas. Los demás son solamente obstáculos. Podemos dejarnos llevar por las mismas pasiones; pero en cambio, para usar las palabras de Santiago, debemos ser “pacíficos, amables, dóciles, llenos de misericordia” (Santiago 3:17). Estas cualidades nos llevan a centrarnos en los demás, no en nosotros mismos. Son cualidades que admiramos y fomentamos en los niños, niños como aquellos a quienes Jesús acoge como ejemplo de ser “los úl mos de todos” (Marcos 9:35). Son cualidades que debemos esforzarnos por ejercitar nosotros mismos.
¿Cómo podemos controlar los celos y la envidia? ¿Cómo podemos ser más pacíficos y misericordiosos?
When Jesus asks his disciples who they say he is, Peter immediately declares, “You are the Christ” (Mark 8:29), Christ being the Greek translation of Hebrew Messiah. Poor Peter. He had it right, yet he got it all wrong. Yes, Jesus was the Messiah, but not the Messiah the disciples expected. Jesus sets them straight immediately, teaching them that he was sent to suffer and die. Peter cannot accept this. The disciples had just seen him cure yet another person and confront the religious authorities. Shouldn’t the Messiah continue doing both, eventually ending all their infirmities an triumphing over their oppressors? Isaiah was closer to seeing things from God’s perspective. People spat in his face, but Isaiah was willing to face the next confrontation because he trusted that God was with him. Jesus tells his disciples that they too must deny themselves, take up their crosses, and follow him. This is our challenge now. Today, as we receive Christ in word and sacrament, we unite with him in carrying our crosses. We will suffer, but our suffering is made holy by his presence.
How can knowing that Christ is with you in your suffering make it easier for you to cope with carrying your cross?
Cuando Jesús les pregunta a sus discípulos quién dicen que es él, Pedro declara inmediatamente: “Tú eres el Cristo” (Marcos 8:29), siendo Cristo la traducción griega del Mesías hebreo. Pobre Pedro. Tenía razón, pero se equivocó. Sí, Jesús era el Mesías, pero no el Mesías que los discípulos esperaban. Jesús los corrige de inmediato, enseñándoles que fue enviado a sufrir y morir. Pedro no puede aceptar esto. Los discípulos acababan de verlo curar a otra persona y enfrentarse a las autoridades religiosas. ¿No debería el Mesías con nuar haciendo ambas cosas, terminando finalmente con todas sus enfermedades y triunfando sobre sus opresores? Isaías estaba más cerca de ver las cosas desde la perspec va de Dios. La gente le escupió en la cara, pero Isaías estaba dispuesto a enfrentar la siguiente confrontación porque confiaba en que Dios estaba con él. Jesús les dice a sus discípulos que ellos también deben negarse a sí mismos, tomar sus cruces y seguirlo. Este es nuestro desa o ahora. Hoy, cuando recibimos a Cristo en la palabra y el sacramento, nos unimos a él para llevar nuestras cruces. Sufriremos, pero nuestro sufrimiento se hace san ficado por su presencia.
¿Cómo puede el saber que Cristo está con go en tu sufrimiento hacer que sea más fácil para sobrellevar tu cruz?
Rarely do the evangelists give us the exact words Jesus spoke in Aramaic, but we hear one today: “Ephphatha!” which helpfully translates for his Greek-speaking audience as a command meaning, “Be opened! Jesus says it after touching the ears and tongue of the man with hearing and speech impediments. Note that Jesus did not say, “Listen!” or “Speak!” In saying “Be opened!” he is saying more than that he has cured those faculties. He is telling the man to open himself up to a new world. By keeping the original language, Mark is telling his readers, then and now, to do the same. Are our ears closed to God’s word? “Ephphatha!” Do we keep our mouths closed when we could boldly proclaim the Good News? “Ephphatha!”Ê James gives an example in the second reading, asking if we avoid a poor person with shabby clothes while welcoming someone in fine clothes. Are we listening to what Jesus teaches? What are we proclaiming with our actions if we ignore or mistreat someone based on their outer appearance? James reminds us: who did Jesus say would inherit the kingdom of God? May we open our ears, our lips, and our hearts to God’s word made flesh.
How can you listen to God’s word with new ears and proclaim it with a new voice?
En raras ocasiones los evangelistas nos dan las palabras exactas que Jesús pronunció en arameo, pero hoy escuchamos una: “¡Effatá!”, que se traduce para su audiencia de habla griega como una orden que significa “¡Ábrete!”. Jesús lo dice después de tocar los oídos y la lengua del hombre con impedimentos audi vos y del habla. Nótese que Jesús no dijo “¡Escucha!” o “¡Habla!”. Al decir “¡Ábrete!”, está diciendo más que ha curado esas facultades. Está diciendo al hombre que se abra a un mundo nuevo. Al mantener el idioma original, Marcos está diciendo a sus lectores, entonces y ahora, que hagan lo mismo. ¿Están cerrados nuestros oídos a la palabra de Dios? “¡Effatá!”. ¿Mantenemos nuestras bocas cerradas cuando podríamos proclamar con valen a la Buena Nueva? “¡Effatá!”. San ago da un ejemplo en la segunda lectura, preguntando si evitamos a una persona pobre con ropa raída mientras damos la bienvenida a alguien con ropa f ina. ¿Estamos escuchando lo que Jesús enseña? ¿Qué proclamamos con nuestras acciones si ignoramos o maltratamos a alguien por su apariencia exterior? Santiago nos recuerda: ¿quién dijo Jesús que heredaría el reino de Dios? Abramos nuestros oídos, nuestros labios y nuestros corazones a la palabra de Dios hecha carne.
¿Cómo podemos escuchar la palabra de Dios con oídos nuevos y proclamarla con una voz nueva?
Many of us wince to see Jesus’ disciples sit down to a meal without washing their hands first. But Mark did not include this vignette in his Gospel to show that Jesus taught bad hygiene. No, Jesus is teaching the difference between God’s commands and human traditions. The religious authorities taught that washing one’s hands before eating was a matter of ritual purity, but that mattered not a whit to Jesus. Recall that in the story of the good Samaritan, the priest, and the Levite sinned when they chose safeguarding their ritual purity over assisting the stranger in need. Ritual and tradition are important, certainly, but God’s law is supreme. This is what Moses taught, proclaiming that no human law could be as just or wise as God’s. Jesus adds to this by identifying the human heart, not dirty hands, as the source of the evils that defile. We are to look into our hearts for sins and failings, not judge the actions of others. Let us heed James’ words in the second reading: Caring for those in need can keep us undefiled before God.
What attitude in your heart leads you to sin or prevents you from doing good?
Muchos de nosotros nos estremecemos al ver a los discípulos de Jesús sentarse a comer sin lavarse las manos primero. Pero Marcos no incluyó esta viñeta en su Evangelio para mostrar que Jesús enseñaba una mala higiene. No, Jesús está enseñando la diferencia entre los mandamientos de Dios y las tradiciones humanas. Las autoridades religiosas enseñaban que lavarse las manos antes de comer era una cues ón de pureza ritual, pero eso no le importaba en absoluto a Jesús. Recordemos que en la historia del buen samaritano, el sacerdote y el levita pecaron cuando eligieron salvaguardar su pureza ritual en lugar de ayudar al extraño necesitado. El ritual y la tradición son importantes, sin duda, pero la ley de Dios es suprema. Esto es lo que enseñó Moisés, proclamando que ninguna ley humana podría ser tan justa o sabia como la de Dios. Jesús añade a esto iden ficando el corazón humano, no las manos sucias, como la fuente de los males que contaminan. Debemos mirar dentro de nuestro corazón en busca de pecados y fallas, no juzgar las acciones de los demás. Prestemos atención a las palabras de San ago en la segunda lectura: Cuidar a los necesitados puede mantenernos puros ante Dios.
¿Qué actitud de tu corazón te lleva a pecar o te impide hacer el bien?