St. Francis of Assisi Weekly Reflections

He Makes The Deaf Hear

09-08-2024Weekly ReflectionWe Celebrate Worship Resource, Vol. 49, No. 1

Rarely do the evangelists give us the exact words Jesus spoke in Aramaic, but we hear one today: “Ephphatha!” which helpfully translates for his Greek-speaking audience as a command meaning, “Be opened! Jesus says it after touching the ears and tongue of the man with hearing and speech impediments. Note that Jesus did not say, “Listen!” or “Speak!” In saying “Be opened!” he is saying more than that he has cured those faculties. He is telling the man to open himself up to a new world. By keeping the original language, Mark is telling his readers, then and now, to do the same. Are our ears closed to God’s word? “Ephphatha!” Do we keep our mouths closed when we could boldly proclaim the Good News? “Ephphatha!” James gives an example in the second reading, asking if we avoid a poor person with shabby clothes while welcoming someone in fine clothes. Are we listening to what Jesus teaches? What are we proclaiming with our actions if we ignore or mistreat someone based on their outer appearance? James remind us: who did Jesus say would inherit the kingdom of God? May we open our ears, our lips, and our hearts to God’s word made flesh.

How can you listen to God’s word with new ears and proclaim it with a new voice?


Él Hace Oír A Los Sordos

En raras ocasiones los evangelistas nos dan las palabras exactas que Jesús pronunció en arameo, pero hoy escuchamos una: “¡Effatá!”, que se traduce para su audiencia de habla griega como una orden que significa “¡Ábrete!”. Jesús lo dice después de tocar los oídos y la lengua del hombre con impedimentos auditivos y del habla. Nótese que Jesús no dijo “¡Escucha!” o “¡Habla!”. Al decir “¡Ábrete!”, está diciendo más que ha curado esas facultades. Está diciendo al hombre que se abra a un mundo nuevo. Al mantener el idioma original, Marcos está diciendo a sus lectores, entonces y ahora, que hagan lo mismo. ¿Están cerrados nuestros oídos a la palabra de Dios? “¡Effatá!”. ¿Mantenemos nuestras bocas cerradas cuando podríamos proclamar con valentía la Buena Nueva? “¡Effatá!”. Santiago da un ejemplo en la segunda lectura, preguntando si evitamos a una persona pobre con ropa raída mientras damos la bienvenida a alguien con ropa fina. ¿Estamos escuchando lo que Jesús enseña? ¿Qué proclamamos con nuestras acciones si ignoramos o maltratamos a alguien por su apariencia exterior? Santiago nos recuerda: ¿quién dijo Jesús que heredaría el reino de Dios? Abramos nuestros oídos, nuestros labios y nuestros corazones a la palabra de Dios hecha carne.

¿Cómo podemos escuchar la palabra de Dios con oídos nuevos y proclamarla con una voz nueva?

Create In Me A Clean Heart, O God

09-01-2024Weekly ReflectionWe Celebrate Worship Resource, Vol. 49, No. 1

Many of us wince to see Jesus’ disciples sit down to a meal without washing their hands first. But Mark did not include this vignette in his Gospel to show that Jesus taught bad hygiene. No, Jesus is teaching the difference between God’s commands and human traditions. The religious authorities taught that washing one’s hands before eating was a matter of ritual purity, but that mattered not a whit to Jesus. Recall that in the story of the good Samaritan, the priest and the Levite sinned when they chose safeguarding their ritual purity over assisting the stranger in need. Ritual and tradition are important, certainly, but God’s law is supreme. This is what Moses taught, proclaiming that no human law could be as just or wise as God’s. Jesus adds to this by identifying the human heart, not dirty hands, as the source of the evils that defile. We are to look into our hearts for sins and failings, not judge the actions of others. Let us heed James’ words in the second reading: Caring for those in need can keep us undefiled before God.

What attitude in your heart leads you to sin or prevents you from doing good?


Crea En Mi Un Corazón Puro, Señor

Muchos de nosotros nos estremecemos al ver a los discípulos de Jesús sentarse a comer sin lavarse las manos primero. Pero Marcos no incluyó esta viñeta en su Evangelio para mostrar que Jesús enseñaba una mala higiene. No, Jesús está enseñando la diferencia entre los mandamientos de Dios y las tradiciones humanas. Las autoridades religiosas enseñaban que lavarse las manos antes de comer era una cuestión de pureza ritual, pero eso no le importaba en absoluto a Jesús. Recordemos que en la historia del buen samaritano, el sacerdote y el levita pecaron cuando eligieron salvaguardar su pureza ritual en lugar de ayudar al extraño necesitado. El ritual y la tradición son importantes, sin duda, pero la ley de Dios es suprema. Esto es lo que enseñó Moisés, proclamando que ninguna ley humana podría ser tan justa o sabia como la de Dios. Jesús añade a esto identificando el corazón humano, no las manos sucias, como la fuente de los males que contaminan. Debemos mirar dentro de nuestro corazón en busca de pecados y fallas, no juzgar las acciones de los demás. Prestemos atención a las palabras de Santiago en la segunda lectura: Cuidar a los necesitados puede mantenernos puros ante Dios.

¿Qué actitud de tu corazón te lleva a pecar o te impide hacer el bien?

Eternal Life

08-25-2024Weekly ReflectionWe Celebrate Worship Resource, Vol. 49, No. 1

For the past three weeks, we have heard Jesus tell the crowds that he is the Bread of Life, sent from heaven to sacrifice his body and shed his blood for the life of the world. It is now up to us to make a choice. Do we choose to believe this and eat his flesh and drink his blood, receiving eternal life within us? Or is this too great a demand, to literally make Jesus Christ central to our very being? This is the challenge Jesus gives to his disciples in today’s Gospel and to us now. First, we hear Joshua issue a similar challenge to all the tribes of Israel. He testifies first: “As for me and my household, we will serve the Lord” (Joshua 24:15). The people all follow suit. But the response to Jesus is not unanimous. “Many of his disciples returned to their former way of life and no longer accompanied him” (John 6:66). Jesus’ way of life was too radical. For if we truly accept Jesus within us, if we truly believe that he has “the words of eternal life” (John 6:68), then we must live out those words with all our being.

How do you show the choice you’ve made to believe in the Lord and make him central to your very being?


Vida Eterna

Durante las últimas tres semanas, hemos escuchado a Jesús decir a las multitudes que él es el Pan de Vida, enviado del cielo para sacrificar su cuerpo y derramar su sangre por la vida del mundo. Ahora nos toca a nosotros hacer una elección. ¿Elegimos creer esto y comer su carne y beber su sangre, recibiendo la vida eterna dentro de nosotros? ¿O es esta una exigencia demasiado grande, hacer literalmente que Jesucristo sea el centro de nuestro ser? Este es el desafío que Jesús les da a sus discípulos en el Evangelio de hoy y a nosotros ahora. Primero, escuchamos a Josué lanzando un desafío similar a todas las tribus de Israel. Él testifica primero: “En cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor” (Josué 24:15). Todo el pueblo sigue su ejemplo. Pero la respuesta a Jesús no es unánime. “Muchos de sus discípulos volvieron a su antigua manera de vivir y ya no lo acompañaban” (Juan 6:66). El estilo de vida de Jesús era demasiado radical. Porque si verdaderamente aceptamos a Jesús dentro de nosotros, si verdaderamente creemos que Él tiene “palabras de vida eterna” (Juan 6:68), entonces debemos vivir esas palabras con todo nuestro ser.

¿Cómo demuestras la elección que has hecho de creer en el Señor y hacerlo central en tu propio ser?

The Bread From Heaven

08-18-2024Weekly ReflectionWe Celebrate Worship Resource, Vol. 49, No. 1

“Eat healthy!” we’re told. We check the nutrition facts on the label to see if the foods we eat are high fiber and vitamins and low in fat and cholesterol. Our physical health depends a lot on what we eat. So does our spiritual health, just in a different way. In today’s first reading, Wisdom, personified as a woman, generously offers food and wine to increase understanding. The psalmist tells us that God’s goodness can be tasted. Paul advises us to be filled with the Spirit and not drunk with wine. Then in the Gospel, Jesus repeats what he has been trying to get the crowds to understand. “I am the living bread that came down from heaven; whoever eats this bread will live forever” (John 6:51). He goes on to say, “Whoever eats my flesh and drinks my blood remain in me and I in [them]” (6:56). Jesus is making it clear that we are to take this literally, using the word trogo, which translates as to chew or to gnaw. It is a physical action, one in which Jesus’ body and blood, sacrificed on the cross, become part of us, nourishing us, strengthening us, energizing us. After all, we are what we eat.

How do you show that you have the body and blood of Christ in you?


El Pan Del Cielo

“¡Come sano!”, nos dicen. Comprobamos la información nutricional de las etiquetas para ver si los alimentos que comemos tienen un alto contenido de fibra y vitaminas y un bajo contenido de grasas y colesterol. Nuestra salud física depende mucho de lo que comemos. También depende nuestra salud espiritual, solo que de una manera diferente. En la primera lectura de hoy, la Sabiduría, personificada como una mujer, ofrece generosamente comida y vino para aumentar la comprensión. El salmista nos dice que la bondad de Dios se puede saborear. Pablo nos aconseja que nos llenemos del Espíritu y no nos emborrachemos con vino. Luego, en el Evangelio, Jesús repite lo que ha estado tratando de hacer entender a las multitudes. “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre” (Juan 6:51). Continúa diciendo: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (6:56). Jesús está dejando en claro que debemos tomar esto literalmente, usando la palabra trogo, que se traduce como masticar o roer. Es una acción física, en la que el cuerpo y la sangre de Jesús, sacrificados en la cruz, se hacen parte de nosotros, nos nutren, nos fortalecen, nos dan energía. Al fin y al cabo, somos lo que comemos.

¿En qué puedes hacer para seguir siendo el cuerpo de Cristo para los demás?

Whoever Eats This Bread Will Live Forever

08-11-2024Weekly ReflectionWe Celebrate Worship Resource, Vol. 49, No. 1

God gives life. That God gives life to the world is an image that goes back to creation, for God is seen as the author of creation, the creator of all life. Now, in Jesus, God has given us life eternal. As Jesus points out in today’s Gospel, the Chosen People survived the desert on the manna God gave them, but in the end they died, just as we all do. But Jesus’ promise is much more than a homeland of our own; he promises that whoever eats the bread he gives will live forever. The manna sent by God nourished people for this life; Jesus, the living bread sent by God, nourishes us for eternal life. Moreover, Jesus tells the crowds that “the bread that I will give is my flesh for the life of the world” (John 6:51). Since we become what we receive, the Eucharist that we receive transforms us into the body of Christ. This resonates with Paul’s words to the Ephesians: “be imitators of God”: to be kind, compassionate, forgiving, and loving (5:1). The Bread of Life enables us to be the body of Christ for others.

What can you do to further become the body of Christ for others?


El Que Coma De Este Pan Vivirá Para Siempre

Dios da la vida. Que Dios dé vida al mundo es una imagen que se remonta a la creación, pues Dios es visto como el autor de la creación, el creador de toda vida. Ahora, en Jesús, Dios nos ha dado la vida eterna. Como Jesús señala en el Evangelio de hoy, el Pueblo Elegido sobrevivió al desierto con el maná que Dios le dio, pero al final murió, como todos nosotros. Pero la promesa de Jesús es mucho más que una patria propia; promete que quien coma el pan que él da vivirá para siempre. El maná enviado por Dios alimentó a la gente para esta vida; Jesús, el pan vivo enviado por Dios, nos alimenta para la vida eterna. Además, Jesús dice a las multitudes que “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Juan 6:51). Puesto que nos convertimos en lo que recibimos, la Eucaristía que recibimos nos transforma en el cuerpo de Cristo. Esto resuena con las palabras de Pablo a los Efesios: “sed imitadores de Dios”: ser amables, compasivos, perdonadores y amorosos (5:1). El Pan de Vida nos permite ser el cuerpo de Cristo para los demás.

¿En qué puedes hacer para seguir siendo el cuerpo de Cristo para los demás?

The Bread of Life

08-04-2024Weekly ReflectionWe Celebrate Worship Resource, Vol. 49, No. 1

The spirits of the Chosen People had hit rock bottom. Day after day after day they had been wandering in the desert. Reaching the so-called promised land seemed hopeless. They would starve first. Moses appeals to God for something, anything, to give them sustenance, to give them hope, to enable them to go on. God responds by raining down mana for them. Bread from heaven! Centuries later, humanity is wandering in the desert of sin and death. Only a handful of prophets realize that death and sin could be overcome. But once again, God sends bread from heaven to sustain us and bring us life. This time that bread is Jesus, the Bread of Life. This Bread, whom we receive in the Eucharist, nourishes and sustains us on our journey through the valley of sin and death to the kingdom, to eternal life. Let us remain ever hopeful, no matter how difficult or bleak our journeys may be, for God has promised us a place in the kingdom and has given us the Bread of Life to lead us there.

How do you pass on what your receive—the bread of life—to others?


El Pan de Vida

Los espíritus del Pueblo Elegido habían tocado fondo. Día tras día habían estado vagando por el desierto. Alcanzar la llamada tierra prometida parecía imposible. Primero morirían de hambre. Moisés pide a Dios algo, cualquier cosa, para darles sustento, darles esperanza, permitirles seguir adelante. Dios responde haciendo llover maná para ellos. ¡Pan del cielo! Siglos después, la humanidad vaga por el desierto del pecado y la muerte. Sólo un puñado de profetas se dan cuenta de que la muerte y el pecado pueden ser superados. Pero una vez más, Dios envía pan del cielo para sostenernos y darnos vida. Esta vez ese pan es Jesús, el Pan de Vida. Este Pan, que recibimos en la Eucaristía, nos nutre y sostiene en nuestro camino por el valle del pecado y de la muerte hacia el reino, hacia la vida eterna. Mantengamos siempre la esperanza, no importa cuán difíciles o sombríos puedan ser nuestros viajes, porque Dios nos ha prometido un lugar en el reino y nos ha dado el Pan de Vida para llevarnos allí.

¿Cómo puedes transmitir lo que recibes—el pan de vida—a otros?